Pedro Sierra, “Ricardo Mella: Algunos apuntes para contribuir al estudio de su vida y su obra” (1926)

[two_third padding=”0 10px 0 0px”]

RICARDO MELLA

Algunos apuntes para contribuir al estudio de su vida y su obra

El 7 de agosto de 1925 dejó de existir en Vigo Ricardo Mella, el escritor de más valía que tuvo el movimiento anarquista español.

Aunque apartado voluntariamente de la lucha desde hacía más de dos lustros, ¿quién de entre los que continúan fíelas podrá ser tan mezquino de sentimientos para no llorar sinceramente la muerte del gran pensador, del que con su pluma formó legiones de militantes y convencidos en cerca de cuarenta años de apostolado ejemplar? Además, no hay que olvidar que Mella continuó siendo, hasta el morir, lo que antes había sido: un hombre libre. Y luego, que su labor de propagandista, tan enorme y brillante, aún es y será aprovechada para nutrir las páginas de la publicaciones de la causa y atraer a elle nuevas adeptos…

Pero Ricardo Mella no es sólo acreedor a nuestro duelo por lo que valía intelectualmente y por la obra que hizo con todo desinterés. También lo es por su vida misma, casi consagrad al ideal y siempre sencilla y digna, aun ocupando puestos de cierto relieve como el que ocupaba al morir, de Director de la Compañía de Tranvías de Vigo.

Nació Mella en esta ciudad de Galicia en Septiembre de 1861. “Niño aun, según confesión propia de él, (1) en el agitado período del 73, mi buen padre federal enragé, dábame a leer todos los periódicos, revistas y libros que entonces prodigaba el triunfante federalismo.” Caída la República, vino una época—datos que tomamos de un diario de Vigo—“en que la juventud viguesa sentía con calor y entusiasmo los ideales de libertad y de progreso y se consagraba a su propaganda y defensa aun a costa de no pocos sacrificios. De un florido plantel de esa juventud, fue Mella la figura más saliente, aunque por su modestia y sus vicisitudes no merecía y a l que sin duda alguna estaba llamado.”

“En Vigo—seguimos copiando del mismo diario—escribió Mella en no pocos periódicos, fundó algunos y dirigió otros. Merece citarse especialmente entre ellos La Propaganda, semanario defensor de la clase obrera, que fundó él republicanos federales, y en el que inició Mella los avances que no tardaron en llevarle más allá de las fronteras ideológicas de este partido.”

Mella se fué entonces a vivir a Madrid. En contacto con Serrano Otieza, director de La Revista Social y padre de la que después había de ser la buena compañera de Mella durante el resto de su vida, completó la ya iniciada evolución hasta el anarquismo. El mismo nos informa de este paso importante de su vida en el número 102 de La Revista Blanca, de 15 de Septiembre de 1902, respondiendo a una consulta que le había hecho esta publicación acerca de los autores que más habían influido en la formación de su pensamiento.

Decía así Mella:

“Era federal a los veintiún años: La Revista Social me decidió por el anarquismo, y el 82 fuí a Sevilla—al Congreso de la Federación Regional Española—como tal. Proudhon influyó entonces grandemente sobre mis ideas. Mas tarde, Spencer. Conservo siempre cariño a los escritos de Pi y Margall. Actualmente leo lo que puedo y estudio, de modo que no acertarla a determinar una influencia dada.”

En La Revista Social diose pronto a conocer Mella como escritor de raras cualidades. En aquel mozo de poco mas de veinte años apuntaba ya el publicista, el pensador profundo y elegante que más tarde hablan de admirar todos cuantos le conocían.

Acudió Mella con dos trabajos al Primer Certamen Socialista que se celebro en Reus el 14 de Julio de 1885, y ambos fueron premiados. Se titulaba uno “El problema de la emigración en Galicia”, estudio muy .extenso y documentadísimo acerca de esta cuestión; el otro, “Diferencias entre el comunismo y el colectivismo”, tema que preocupaba grandemente a los anarquistas de aquella época. Estos trabajos, y los demás que obtuvieron igual distinción en el Certamen. fueron publicados en un libro, en seguida agotado. Ahora lo reeditaba Revista Nueva, de Barcelona, que recientemente dejo de ver la luz.

Escribió luego Mella en la revista Acracia, de Barcelona, y en el periódico El Productor, algún tiempo diario, también de la Ciudad Condal.

Convocado en esta misma ciudad, para tener efecto el 10 de Noviembre de 1889, un nuevo Certamen Socialista—el que se conoce con el nombre de Segundo, que es el mejor, intelectualmente, de todos los celebrados—, a él acudió Mella con distintos trabajos, a cual meas meritorio. Son, por orden de publicación: “La Anarquía: su pasado, su presente y su porvenir”, “Breves apuntes sobre las pasiones humanas” (2), “La Nueva Utopia” (novela imaginaria), “El colectivismo: sus fundamentos científicos”, “Organización, Agitación, Revolución”, y, por ultimo, “El crimen de Chicago” (3). Estos trabajos, todos premiados, juntos con los demás de otros autores que obtuvieron la misma distinción, se editaron en libro, habiéndose agotado la primera y segunda edición.

A partir de este Certamen, Mella brilló ya en el campo social como figura de primera magnitud. El mismo Pi y Margall fue sorprendido por la profundidad de pensamiento que encerraban los trabajos premiados de Mella y por la elegancia de estilo con que exponía sus ideas. Así, la colaboración de Ricardo Mella comenzó a ser solicitadísima por publicaciones numerosas de España y del Extranjero.

Melia no vivía de su pluma, como vivían y viven otros muchos con menos valer que él; tenia que ganar el sustento suyo y de la familia, que acababa de crear, con su profesión de topógrafo. Pero, no obstante, atendía a todas las peticiones de colaboración que se le hacían, porque su pluma era fácil, poseía abundantes ideas en su cerebro y estaba, en el período de 1890 a 1900, animado de una fuerza de pasión revolucionaria que necesitaba manifestar del modo para el mas factible: en el periódico y en la revista, en el folleto y en el libro.

En esta década de años colaboró asiduamente en los periódicos La Anarquia y La Idea Libre, de Madrid; El Corsario, de La Cortina, y El Despertar, de Nueva-York; en las revistas Ciencia Social, de Barcelona y Buenos Aires (1895-96 y 1897-900, respectivamente); en La Questione Sociale, también de la capital argentina (1894-96), y en L’Humanite Nouvelle, que dirigía A. Hamon, de Paris.

De esta época es su lamoso libro Lombroso y los Anarquistas (Barcelona, 1896), en el que refuta las teorías antropológicas de aquel escritor italiano, y sus folletos “Los sucesos de Jerez” (Barcelona, 1892), “La barbarie gubernamental en España” (Brooklyn, 1897) y “La ley del numero” (Vigo, 1899).

En Septiembre de 1900, representando a varios grupos libertarios, asistió al Congreso Revolucionario Internacional de París, presentando su hermosa Memoria “La cooperación libre y los sistemas de comunidad”, donde fija, puede decirse que definitivamente, su criterio sobre la base económica de la sociedad del porvenir. De esta mismo año son sus folletos “Del amor: modo de acción y finalidad social”, editado en Buenos Aires por la Biblioteca “Geopolita”, y “Tactica Socialista”, imprenta del Progreso, Madrid.

“La coaccion moral”, uno de sus mas bellos trabajos de pensador y de artista del lenguaje, es de 1901. Agotada la primera edición, se reedito mas tarde en el tomo “Cuestiones sociales”.

Durante los primeros años del siglo actual colaboró algo en distintas publicaciones: La Revista Blanca y Tierra y Libertad, de Madrid; Juventud, de Valencia; más asiduamente, en Natura, magnifica revista que salío en Barcelona en 1903–1905. En la colección de esta revista, con hermosos artículos que aun sigue reproduciendo la prensa libertaria mundial, figura también el texto de una conferencia que explicó Mella en el Instituto de Jovellanos de Gijón, el 2 de Abril de 1903, acerca de “Las grandes obras de la civilización”, conferencia que mas tarde, en 1915, apareció en folleto editado por la Biblioteca “Cultura Obrera”, de Jerez.

Desaparecida Natura y habiendo surgido por entonces grandes divisiones entre los anarquistas españoles, Ricardo Mella, que por temperamento y educación estaba siempre por encima de pequeñeces de capilla y de bajas pasiones, decidió recluirse en el silencio, estudiar más, meditar, pensar mas en los suyos. Que yo sapa, en estos años de depresión moral solo escribió algún que otro trabajo para la revista Il Pensiero, de Roma, y LA PROTESTA, de Buenos Aires.

Se reanimo de nuevo su pasión por el ideal después de los sucesos de Julio de 1909 en Cataluña. Aquella rebelión y los hechos posteriores le hablan galvanizado. Pero, aunque colaboraba algo en el diario madrileño El País, tenía necesidad de una tribuna periodística más propia y que no guardase relación con el pasado, causa de su silencio en España. Expuso su objeto a buenos amigos de distintas poblaciones, y habiendo recibido la ayuda necesaria para los primeros números de un periódico, pronto vió la luz Acción Libertaria.

En este semanario (Gijón-Vigo, 1910-11), en el que le sucedió, El Libertario, Gijón, 1912-13, y en Acción Libertaria, segunda época, Madrid, 1913-14, está, sin duda, lo mejor que Ricardo Mella produjo con su pluma; lo creía al también así, según cartas suyas que conservo. Las anteriores años de apartamiento de las lides periodísticas, consagrados al estudio y a la reflexión, habían elevado sobremanera el pensamiento de Mella. Estaba entonces en esa edad en que las inteligencias superiores se hacen completamente maduras. Su estilo, siempre tan claro y galano, habrá también ganado en riqueza de expresión, como si para Mella no tuviese ya secretos el idioma. Ahí están, para atestiguarlo, sus soberbios artículos de esos años: “Los cotos cerrados”, “La gran mentira”, “Dialogo acerca del escepticismo”, “Los grandes resortes”, “Mas allá del idea1”, “Las viejas rutinas” y mil más, pues Mella, fecundo como nunca, escribía en ese periodo con verdadera prodigalidad, firmando con su nombre, con dos iniciales, con una sola, con sus seudónimos: Raúl, Mario, Dr. Alen, sin firmar también. En esas publicaciones cultivó Mella todos los géneros posibles del periodismo de ideas: el articulo de fondo, consagrado generalmente al comentario de la actualidad política y social; la exposición de teorías, siempre original y sugerente; la réplica apabullante al adversario; ensayos literarios, educativos y llenos de emoción, de calor; la crítica de libros… Pero todo escrito de modo superior, sin una nota de mal gusto, porque Mella era un aristócrata de la inteligencia. Muchos de estos trabajos, que habían de ser los últimos de él, dejan en el ánimo esa impresión de serenidad que solo saben provocar los escritores de selección…

Después no escribió más para el publico, no obstante lo mucho que se le solicitó, sobre todo durante la guerra mundial, para conocer su opinión valiosa acerca de tan extraordinario problema. Alimentaba y a la esperanza de que no se iría Mella de la vida sin dejar alguna obra definitiva, recordando siempre so detalles: uno, que en 1911 me había dicho que pensaba refutar, en un libro, las teorías de Le Dantec sobre el egoísmo et el ateismo, que le habían inquietud, como se ve apuntar al final del hermoso prólogo que Mella puso a “La ciencia moderna y el anarquismo” de Kropotkin, que tradujo por encargo de Sempere, cuyo prólogo tiene tantas ideas y sabrosidad como el mismo libro que lo inspira; otro que años más tarde, en carta que guardo todavía, me comunicó también que no quería morir sin haber antes escrito una obra que llamaría acaso “Libro del incrédulo”. Desgraciadamente para los que le admirábamos y para su mayor gloria al mismo tiempo, ninguno de esos positos llevó a cabo. La familla de Mella me informa que no quedo inédito el menor escrito de él.

En los últimos años de su vida, aun sin dejar de ser profundamente libertario, había evolucionado Mella hacia una comprensión de las ideas por encima de todos los dogmas, une suerte de escepticismo filosófico con gran fondo idealista. Terminaba así Mella, lógicamente, de recorrer el camino que apuntaba seguir con su ruidoso articulo “La bancarrota des las creencias”, que apareció en el número 107 de La Revista Blanca, Madrid, 1 diciembre 1902, ruta que años después emprendió resueltamente en “Dialogo acerca del escepticismo”, “Los cotos cerrados”, “Mas allá del ideal”, etc. Se había curado ya del infantilismo revolucionario que en su juventud estaba mezclado con su obra de pensador. Formar conciencias independientes, emancipadas, he aquí lo que parecía esencial para él. Mella no era nietzscheano; sé que no podía leer al filosofo de Roecken porque encontraba su estilo indigesto y crueles, de “casta”, sus teorías; pero ¡que coincidencia para mi entre el espíritu de los trabajos con que Mella terminaba su vida de publicista y el que Zarathustra quería deja a sus discípulas al despedirse de ellos… Quizá en su soñado “Libre del incrédulo” pensó Mella tratar de tan interesantes cuestiones. ¿Y quien mejor que él, iconoclasta, enemigo encarnizado de las tiranías sobre el cuerpo y el espiritu, para hacer un a modo de Evangelio del hombre libre?

Tales son los rasgos más salientes, a mí entender, de la fuerte figura intelectual de Mella, claro que muy someramente trazados. Examinar su vida y su obra con mayor detenimiento, nos llevaría más lejos de lo que requiere un trabajo como el presente, dado lo que representaba Mella dentro de la ideología anarquista. Porque los que quieran conocer a fondo estas doctrinas habrán de estudiar la forma original en que las interpretaba. Mella, principalmente en lo que se refiere al concepto que tenía de los limites de la libertad individual, que le llevó a defender durante muchos años el colectivismo por oposición al comunismo, guardando en esto gran afinidad con Tucker. Pues éste y los demás aspectos de la personalidad de Mella deben ser destacados en un trabajo más detenido y completo, que no dudo se hará.

Pero antes seria preciso recoger y editar ordenadamente su obra publicista que conserva valor de perennidad, que no es corta. Esta obra, rica en ideas y contenido, varia en los temas, escrita con pluma de artífice, está por ahí dispersa en periódicos y revistas que hoy se consiguen mal, o en folletos casi agotados ya. Para los que fuimos amigos, admiradores o discípulos del muerto, ¿no es un deber publicar unos tomos que contengan toda su brillante labor?

Seria el mejor homenaje que podríamos hacer a Mella, sin profanar así nada su espíritu iconoclasta.

Pedro Sierra

(1) “La muerte de Pi y Margall, núm. 84 de la “Revista Blanca”, Madrid 15 diciembre 1901.

(1) Reeditado por Sampere en el libro de Mella “Cuestiones sociales”, Valencia, 1912.

(2) Figura igualmente en “Cuestiones sociales”.

[/two_third][one_third_last padding=”0 0px 0 10px”][/one_third_last]

About Shawn P. Wilbur 2703 Articles
Independent scholar, translator and archivist.