Luigi Fabbri, “La sintesis anarquista” (1928)

“La sintesis anarquista”

Luis Fabbri

Con este titulo nuestro Viejo compañero Sebastian Faure ha publicado una especie de manifiesto a los compañeros, en el cual expone en resumen una concepción integral suya del anarquismo, proponiéndola como programa de organización a una nueva unión de los anarquistas franceses, hace poca formada en contraposición a la veja unión, después del descontento suscitado entre los compañeros por las resoluciones… dictatoriales del ultimo congreso de la U. A. C. R. francesa.

El esfuerzo de S. Faure para llamar de nuevo a la colectividad anarquista a las bases fundamentales del ideal libertario es sumamente laudable: y es preciso desearle todo el éxito que el esfuerzo merece. Yo quiero decir aquí algunas ideas mías sobre esa “síntesis anarquista” no para refutaría, porque en substancia me hallo de acuerdo con S. Faure, sino para proponerle alguna leve modificación, para aclarar alguna de sus partes, para hacer alguna observación de carácter general, susceptible de vencer alguna desconfianza que podría ser suscitada por alguna frase, pasible de diversas interpretaciones.

Ante todo una objeción enteramente formal al nombre mismo de la nueva asociación: “Asociación de los federalistas anarquistas”. Yo soy contrario a todo agregado al nombre de “anarquista”, que parece que disminuye éste y complica la comprensión de la idea. Cuando se hace la propaganda, cuando se explica el programa anarquista es necesario adoptar otras palabras, para que se comprenda en qué sentido entendemos nosotros la anarquía; y entonces es bueno decir cuanto de socialista, de individualista, de organizador hay en nuestro concepto anarquista. Pero cuando queremos simplemente darnos un nombre, dar un nombre a una asociación nuestra, a un periódico, a una iniciativa cualquiera, debe bastar el nombre de “anarquista”—con el orgullo tranquilo de que la concepción integral que nosotros tenemos de la anarquía es la más completamente anarquista que s pueda imaginar, tanto desde el punto de vista histórico como del tradicional y en fin del teórico.

La anarquía, según mi opinión, no tiene necesidad de decirse de una manera especial socialista, comunista, federalista, sindicalista, individualista, organizadora, etc., porque en medidas y sentidos diversos es todos eso simultáneamente y no una de tantas cosas solo. Además cada cual de tales objetivos, por el significado diverso que se les da, tomado por si solo se presta a confusión, a errores de comprensión por parte de los amigos, con pretextos de incomprensión de parte de los enemigos o adversarios. Si yo hubiese debido aconsejar a los compañeros franceses de la tendencia de S. Faure, que es aproximadamente la que yo prefiero, un nombre nuevo, les habría dicho el de “Federación anarquista”, que me parece expresar en dos simples palabras, lo mismo, lo que se quería decir con lo de la asociación de los federalistas anarquistas. Con esta diferencia, que la “federación” es como un hecho, no como un principio. Come principio basta la anarquía.

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Pero vengamos al grano del proyecto programático de S. Faure.

Este examina las tres principales corrientes que dividen actualmente le campo anarquista: 1.o el anarquismo sindicalista; 2.o el anarquismo comunista; 3.0 el anarquismo individualista. De su examen obtiene esta conclusión: que las tres corrientes, lejos de negarse recíprocamente se integran, so el complemento de las otras.

“Las tres corrientes—dice—no tienen nade que las haga inconciliables, nada que proclame su incompatibilidad y que les impida vivir en buena inteligencia y también concertarse en vista de una propaganda y de un acción en común. La existencia de las tres corrientes no solo no perjudica a la fuerza total del anarquismo,—movimiento filosófico y social visto en su conjunto,—pero puede también y debe contribuir a la fuerza de conjunto del anarquismo. Cada una de esas corrientes tiene su puesto, su función, su misión en el movimiento anarquista ya que tienen por objetivo la creación de un ambiente social que asegure a todos y a cada uno el máximo de bienestar y de libertad”.

Para explicarse, Faure asemeja el anarquismo a lo que en química se llama “cuerpo compuesto”, es decir formado por la combinación de más elementos. El anarquismo está compuesto por tres elementos (además de otros menores y de menor importancia), que son el comunista, el sindicalista y el individualista. Son la circunstancias de ambiente y condiciones y de origen que determinan la prevalencia ya del uno, ya del otro elemento; pero los tres elementos se debe en todo caso combinar en él y es esa combinación lo que Faure llama la “síntesis anarquista”.

En todo esto, que es el fundamento de la concepción de Faure, yo (aparte tal vez de la fraseología que él adopta) estoy del todo de acuerdo. También convengo con él en la demostración que hace del porqué las tres corrientes, aun siendo distintas, no están por eso forzadas a estar en contrate. Es muy verdadero que el anarquismo, para triunfar, no puede (como él sostiene) pasarse sin el concurso de las masas obreras que se organizan en el terreno sindical. Es muy verdadero que el anarquismo no puede concebirse sin la negación de la explotación del hombre sobre el hombre, sin la supresión total del capitalismo y sin la puesta en común de los medios de producción, de transporte y de intercambio. Es muy verdadero que el anarquismo no seria tal si no fuese también la expresión mas alta y precisa del derecho del individuo, de todos los individuos, a la liberación de todas las opresiones políticas, económicas y morales, al desarrollo y expansión de todas sus facultades, a la satisfacción de todas sus necesidades. Por estas tres razones el anarquismo es al mismo tiempo sindicalista, comunista e individualista. De acuerdo.

Estoy de acuerdo además con Faure cuando muestra cómo la guerra encarnizada y a menudo desleal que se han hecho esta tres corrientes, una contra las otras, es lo que más mal ha causado a la causa común de la anarquía. Aunque separadas, habrían podido muy bien cooperar en lugar de combatirse, o por lo menos coexistir, desarrollando cada cual su trabajo y su lucha contra las instituciones burguesas, sin perder tiempo y fuerzas en trenzarse entre si hasta el punto de desautorizarse, paralizarse y neutralizarse recíprocamente el trabajo. Es preciso añadir también al respecto, sin embargo, que a menudo en estas luchas intestinas la cuestión de principio no es más que un pretexto; muy a menudo las determinantes verdaderas son cuestiones del todo personales, mezquinos intereses y más mezquinas rivalidades y vanidades, las cuales habrían creado la disidencia aun donde no hubiese existido la divergencia programática.

Creo que también en Francia se puede decir algo de este género, aunque yo estoy poco al corriente sobre los entretelones del movimiento y sus divisiones en este país. Pero sé que hay en otras partes, en otros países lejanos de Francia, divisiones muy ásperas entre fracciones del anarquismo, que están de hecho separadas y en choque entre si, bien que en el terreno de la táctica y de los principios tengan todas el mismo programa y proclamen todos (negando cada cual la sinceridad de las otras) los mismos criterios teoréticos y prácticos.

Si hay algo semejante también en Francia, tal vez S. Faure no ha querido poner el dedo sobre esta llaga, con el laudable propósito de no irritaría. Glissons… Pero en substancia, en la diagnosis del mal, también Faure razón en esto.

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¿Cuál es el remedio a este mal? Sobre el remedio Sebastián Faure no se extiende mucho, no se explica, en mi opinión, de un modo completo. Y es por eso que no estoy seguro de estar de acuerdo o en desacuerdo con él. Tal vez lo estoy solamente en parte.

Dice que los tres elementos constitutivos del anarquismo no están forzadamente condenados a combatirse sino que “están hechos para combinarse y formar una especie de síntesis anarquista, de la cual es preciso intentar pronto la realización practica”…justísimo! ¿Pero tendrá por si sola esta fórmula de la “síntesis anarquista” la virtud de unir a los que hasta aquí se han obstinado en quedar encarnizadamente divididos? He aquí el problema.

Porque si esta síntesis, que Faure traza en teoría, fuese traducible en la practica en la síntesis de todas las fuerzas anarquistas, y el único obstáculo a ella fuese la ausencia de la síntesis teorética, la unión de todas las fuerzas anarquistas seria desde hace mucho una realidad, porque—aparte de la formula general,—en la substancia aquella síntesis la hubo siempre. El anarquismo comunista, en la corriente que antiguamente se decía socialista-anarquista-revolucionaria”, según las ideas de Bakunin, Kropotkin, Gori, Lorenzo, Malatesta, Faure, etc., ha sido siempre la síntesis, la armonía de esos tres conceptos más importantes del anarquismo: puesta en común el a propiedad, libertad individual y colectiva, acción organizada de masas.

Sebastián Faure mismo debe convenir que lo que hoy nos presenta bajo la formula de la “síntesis anarquista” no es más que a repetición de las ideas que no ha conseguido aún—y nosotros, que esta en sus periódicos y en sus conferencias. ¿Cómo es que no ha conseguido aun—y nosotros que estamos e acuerdo con él, no hemos triunfado tampoco, aunque estamos repitiendo estas cosas desde hace treinta años—constituir de hecho, en la practica, en e movimiento aquella síntesis que desea? No por a ausencia de la idea sintética del anarquismo, que existía ya; sino porque la división tenia otras causas, en parte debidas a debilidades y defectos de los hombres, y en parte a la existencia de contrastes de teoría y más aun de táctica, de lo que Faure no tiene toda la cuenta debida, en su llamado apasionado y noble para unir a la mayor cantidad posible de anarquistas en un mismo movimiento orgánico.

No nos preocupamos de las debilidades y defectos inherentes a la naturaleza humana; estamos también nosotros plenos de ellos; pero en esto no tenemos que hacer más que una cosa: tratar de mejorarnos nosotros mismos, sin pretender demasiado ser nosotros los que hayamos de mejorar a los otros. Que cada cual sea severo consigo mismo, indulgente con los demás,—por lo menos con los compañeros. Las diferencias teoréticas las hay, pero, a excepción de ciertas exageraciones que no podríamos consentir, y que ciertamente el mismo Faure no aceptaría, no me párese insuperables. Pero el contraste lo hay, no se puede negar, en el terreno practico, en el modo de aplicar la teoría; y lo habría en el modo de aplicar la misción genérica de los principios a su realización en el una “síntesis” de Faure, apenas pase de la afirma movimiento. Este es el punto débil, no en Faure solamente, sino en todos nosotros.

También Malatesta, más de una vez, en Italia ha repetido que lo que separa las varias fracciones del anarquismo son más que otra cosa cuestiones de palabras. Si se van a analizar los razonamientos de los unos y de los otros, si se desciende al fondo de su móviles sentimentales, se halla a menudo en efecto que hay entre todos los anarquistas más unión substancial de la que parece. Pero… la desunión en la practica queda; y entonces es preciso decir que hay motivos serios de desunión.

A mi me parece que Faure ha descuidado más de la necesario el examen de esos motivos.

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He dicho ya que para os anarquistas comunistas y partidarios de la organización as ideas de la “síntesis anarquista” están contenidas en su programa. Pero la repetición que Faure hace hoy no es inútil, des de e momento que desde hace un tiempo se van infiltrando en la propaganda y en el movimiento anarquista hábitos, tendencias y también afirmaciones teoréticas que están en contraste con uno de los principios fundamentales del anarquismo: el de la autonomía en la organización, de la libertad de iniciativa individual y de grupo que debe estar en la base de toda organización anarquista, por extensa y compleja que esta pueda ser.

Después de la publicación de la “Plataforma” de un grupo de anarquistas rusos, que proponían la constitución de una asociación anarquista sobre bases más especialmente después del congreso de la Union Anarquista Francesca de noviembre pasado, que reafirmaba su constitución interna sobre orientaciones verdaderamente autoritarias y antianarquistas, ciertamente la “síntesis anarquista” viene a tiempo para recordar a los compañeros que se organizan la necesidad y el deber de organizarse “anárquicamente”, que para los anarquistas la organización es un principio irrescindible del de la autonomía. Pero es también verdad que las desviaciones son el hecho de una minoría insignificante en Francia y fuera aun cuando por un momento ha conseguido reclamar sobre si tanta atención y tener la sanción de un congreso de organizadores.

Los anarquistas comunistas y organizadores, en la casi unanimidad, han quedado fieles a sus principios, y no han olvidado de ningún modo ni la idea de que la revolución será hecha por las masas y que por tanto es necesaria la organización de estas tambien sobre el terreno sindical, además del insurreccional; ni la otra idea que la querida por los anarquistas es una “revolución de la libertad”, que debe emancipar el mundo social comenzado por un átomo constitutivo, que es el individuo. Por lo que se refiere a estos tres principios—puesta en común de la propiedad, organización para la lucha y para la vida, libertad individual—están ya de acuerdo con los otros anarquistas que reivindican los mismos principios.

Si no fuese más que para establecer una base programática, en e terreno teórico, podríamos decir que la cosa se ha hecho ya desde hace cerca de cincuenta años. Pero es cuando se trata de constituir organizaciones de hecho entre los adeptos a aquél programa, para desarrollar una acción determinada, para hacer determinadas cosas, que surge la necesidad para los asociados de hallarse de acuerdo no sobre un punto solamente del programa, sino sobre todos. Los anarquistas comunistas organizadores—agrego esta ultima palabra para los anarquistas italianos, en cuyo medio están también los anarquistas comunistas contrarios a la organización,—si quieren constituir una organización efectiva y no contradictoria en sus elementos, es preciso que la funden sobre los tres principios más arriba mencionados, los tres indispensables (en su opinión) al anarquismo. Y por tanto la primera condición para que la organización no sea condenada a verse paralizada por contrastes internos, es que todos sus componentes estén de acuerdo en aceptar esos tres principios y no uno o dos solamente.

Los que no están de acuerdo sobre los tres principios serán anarquistas también; no lo negamos. Queremos estar en buena armonía con ellos y, cuando sea posible, intercalar ayudas para determinadas iniciativas sobre las que se esté de acuerdo. Pero para asociarse duraderamente y en vasta escala, es preciso que los asociados estén de acuerdo sobre todas las cuestiones más importantes; y no sobre otra, y otros aun sobre una tercera exclusivamente, quedando siempre para todos dos motivos de divergencia sobre tres. La divergencia paralizaría toda actividad común de la asociación, pues no es concebible que cada cual, para estar de acuerdo sobre una coso, se adapto a hacer o solo a no combatir las otras cosas que no aprueba o cree nocivas.

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Veamos más de cerca los puntos de divergencia, que imperidian todo funcionamiento a una organización que recogiese las diversas fracciones del anarquismo sin distinción.

¿Podremos, por ejemplo, estar asociados con los llamados “platformistas”, los cuales persistirían en querer introducir en la organización sistemas que nos parecerían autoritarios, como los adoptados por el congreso francés de noviembre pasado? No, ciertamente; y Faure y sus amigos están de acuerdo con nosotros, tanto es así que han salido por esa razón de la U. C. A. R. de que formaban parte. Por una razón de oportunidad yo habría, a decir verdad, preferido que quedasen en ella, porque me parece que así habrían logrado mejor impedir las temidas desviaciones y obrar e modo que las resoluciones antianarquistas del congreso quedasen letra muerta; pero las razones por las que ellos han salido son justísimas, y en todo casi habrían debido salir de ella más tarde, si no hubieran conseguido conservar a la U. C. A. R. el carácter anarquista querido. La separación en el terreno practico de los anarquistas organizados sobre bases poco anarquistas, es decir que olvidanel aspecto autonomista y federalista al mismo tiempo del anarquismo, seria inevitable.

Hay además los anarquistas sindicalistas. Nosotros, comunistas anarquistas organizadores, estamos de acuerdo con ellos en que la organización sindical de la clase obrera es necesaria para la revolución, sea para la lucha, sea para el comienzo de una reconstrucción social sobre bases libertarias; así también estamos de acuerdo en querer dar a la organización sindical la orientación más libertaria y revolucionaria posible. Pero cuando los anarquistas sindicalistas, como ocurre en algunos países, subordinan el anarquismo al sindicalismo, encierran todo su anarquismo en el sindicalismo, se oponen a toda otra forma de organización anarquista, atribuyen a los sindicatos funciones sociales y revolucionarias en contraste con su naturaleza, crean en substancia otro peligro de desviación autoritaria y monopolista en el seno del movimiento y de la revolución, rompen el equilibrio de las fuerzas en el seno del anarquismo, y se colocan por si mismos fuera de una posible organización anarquista,—la cual sobre todo quiere que como un medio subordinado, y no el único, de la revolución por la libertad. Esto es tanto más verdadero cuanto que en los países donde el anarquismo sindicalista es más fuerte, constituye organizaciones por su cuenta, distintas de las organizaciones anarquistas propiamente dichas.

En cuanto a los anarquistas individualistas, la diferenciación es más evidente, aun cuando en la practica es inasible porque es variable hasta el tendencias que se llaman individualistas. Si todo el individualismo consistiese en la afirmación de la soberanía individual, en el principio que Faure toma como termino característico, entonces todos los anarquistas podrían decirse individualistas. Pero cuando los individualistas niegan toda organización que no sea la del grupo ocasional y de afinidad contingente, niegan todo pacto social duradero y que implica compromisos ¿cómo organizarse con ellos? En la propaganda ¿cómo concitar a nuestra para la puesta en común de la propiedad con la suya de a apropiación individual? Y cuando hablamos de libertad para todos los individuos ¿cómo conciliar esta propaganda con la paradoja de tantos conquista su libertad con su fuerza, sin preocuparse de os otros, e incluso en perjuicio de los otros?

Yo creo que S. Faure convendrá en estas observaciones mías. Solo que él me dirá: “Pero si hay comunistas, individualistas y sindicalista que convienen en asociarse sobre bases duraderas y vastas, al contrario de los otros que se cierran en su exclusivismo, aceptando todos los tres principios de la puesta en común de la propiedad, de la organización libertaria y de clase, y de la autonomía individual y de grupo ¿por qué no podrían hacerlo a pesar del nombre diverso y aun cuando hubiese divergencia de opinión entre ellos sobre la importancia mayor o menor que hay que dar a uno o a otro de los tres llamados elementos constitutivos del anarquismo?”

¡De acuerdo! podrian hacerlo, y seria deseable que lo hiciesen. Pero Faure convendra que en tal caso sus nombres diversos no importarian nada, pues en realidad serian todos la misma cosa,—serian nosotros hemos sido siempre: comunistas, revolucionarios y anarquistas.

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Debo advertir que he hecho mías, en ocasión de esta discusión, muchas formas de expresión de Faure, para quedar más íntimamente en sus argumentos, como, por ejemplo, la “puesta en común de la propiedad” que según mi opinió se entiende en un sentido más bien relativo, en el sentido que nadie pueda tener en sus manos el medio económico para explotar a sus semejantes, y que todos tengan, en cambio, los medios para satisfacer las propias necesidades. El modo, luego, de organizar la producción y la distribución,—aun pareciéndome superior el de tipo comunista,—es secundario y puede variar según los lugares, tiempos y circunstancias.

Otra cosa:—Sebastián Faure dice en cierto punto—citando mi nombre,—que yo le he dicho que un ensayo de realización de lo que él llama “síntesis anarquista” se ha hecho en Italia, con la Unione Anarchica Italiana. Le he dicho, en efecto, algo semejante. Pero es preciso que me explique para evita equívocos.

En Italia una división exacta entre las tres fracciones—comunista, sindicalista e individualista—como Faure la precisa no existía. La verdadera división era, y es todavía entre anarquistas organizados y anarquistas antiorganizadores, entre los que eran partidarios de un asociación anarquista constituida orgánicamente, con criterios de solidez y de extensión, y los que le eran adversos o negaban toda organización, o preferían la organización de grupos locales, desligados, ocasionales, temporales. Los anarquistas organizados eran todos de tendencia comunista, y de éstos se decían sindicalistas los que en la practica se dedicaban al movimiento obrero y sindical, pero sin dividirse de los otros más que por detalles o cuestiones secundarias. Ellos pertenecían todos a la Unione Anarchica Italiana; y en los congresos de ésta, a través de la discusiones, se percibía apenas alguna diferencia de mentalidad y de orientación entre unos y otros.

Los anarquistas antiorganizadores, la mayor parte comunistas-anarquistas y en una pequeña minoría individualistas, estaban naturalmente fuera de la U. A. I.; pero algunos de ellos se unían a los anarquistas organizados para iniciativas en común. El diario “Umanitá Nova” dirigido por Malatesta, había salido por los esfuerzos comunes de unos y de otros, y así también el periódico “Fede”. Pero la U. A. I. Desarrollaba su propia actividad por su cuenta, y había periódicos que se mantenían exclusivamente en su orbita. Los anarquistas antiorganizadores le eran completamente extraños, no participaban en sus congresos y tenían también órganos propios.

La Unione Anarchica Italiana comprende a todos los anarquistas concordes en la lucha organizada contra el capitalismo y contra el Estado, por la revolución que realice a emancipación individual y colectiva, de clase y humana, con a igualdad y a libertad para todos, sobre la base de la solidaridad y de la asociación voluntaria de los esfuerzos. Su programa, redacto por Errico Malatesta, contiene todas las ideas constitutivas del anarquismo, que Sebastián Faure llama comunistas, sindicalistas e individualistas; pero ninguno de esos adjetivos es adoptado. Es decir están expuestas las ideas del anarquismo integral, que Faure reúne en su síntesis, diciendo lo que los anarquistas asociados quieren y se proponen hacer, pero sin adoptar otra especificación teorética fuera de la “anarquista”. Así, el que apruebe entenderse después con os otros asociados sobre las formas y maneras de organización interna, se en los grupos como en los congresos.

Este tipo de organización me parece susceptible e recoger a su alrededor el mayor numero de anarquistas. Pero, no obstante, no podría recogerlos todos. De aquí la necesidad de resolver el problema e las relaciones, no solo entre anarquistas asociados en una dada organización, sino también de estos con anarquistas de otras organizaciones o grupos, con los mismos anarquistas desorganizados de todas las tendencias del anarquismo. Ahora no se puede pretender resolver este problema fundando simplemente una nueva organización. No puede ser resuelto más que sobre le base de la reciproca comprensión y tolerancia, y de a persuasión que cada cual tiene derecho a organizarse a su modo con aquellos que piensan como él, o a no organizarse de ningún modo,—sin que por esto sean imposible entre todos as mejores relaciones de cordialidad y de fraternidad, y sin que nadie pueda para si o para su tendencia pretender la infalibilidad o el monopolio del anarquismo.

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No quiero cerrar estas notas a la “Sintesis” de S. Faure sin advertir que no quieren ser de ninguna manera ni una critica ni una refutación de las ideas de nuestro valeroso compañero francés, con el cual, repito, me hallo casi del todo de acuerdo, sino más bien un agregado al trabajo hecho por él, una aclaración mayor de alguna de sus partes, una contribución a su propaganda, contribución que se suma a ella y no disminuye nada de su eficacia.


[Suplemento Quincenal de La Protesta (Buenos Aires) 7 no. 286 (June 15, 1828): 329-333.]

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